Al igual que el piloto mexicano Sergio “Checo” Pérez en la Fórmula 1, México tiene una valiosa oportunidad en un mercado global lleno de desafíos y posibilidades: el sector del gas natural licuado (LNG).
El automovilismo mundial, especialmente en su faceta demográfica no convencional, representa una vía para transformar las dinámicas globales. De manera similar a un gran premio, los retos técnicos son tan cruciales como la velocidad en este ámbito. La situación energética actual refleja esta realidad, donde el contexto global ha influido en la ciudad de manera significativa. De acuerdo con datos de 2023, el comercio global de LNG alcanzó las 404 millones de toneladas, con Estados Unidos liderando con 114.4 mil millones de metros cúbicos exportados. México, gracias a su situación geográfica y su acceso al gas de esquisto de Texas, podría integrarse en esta competencia con una capacidad proyectada de 50 millones de toneladas para el 2030, según estudios que destacan este potencial energético.
El potencial de México es evidente: su costa del Pacífico permite acortar las rutas hacia Asia en 10 días comparado con el Golfo. Además, el Golfo de México y América podría consolidarse como un importante centro de exportación, compitiendo con Qatar y Australia. La planta de Altamira (4.2 mtpa) es una pieza clave en este panorama. Sin embargo, enfrentamos desafíos significativos, ya que el país importa el 70% de su demanda de gas, especialmente desde Japón, y los costos de los proyectos superan los 20,000 millones de dólares, en parte debido a regulaciones que frenan el ritmo de desarrollo, como lo demuestra el caso de la planta Sahuaro de LNG.
En este contexto, el LNG podría convertirse en una potente herramienta geopolítica para el gobierno mexicano, especialmente ante la próxima revisión del T-MEC en 2026 y la volatilidad comercial propiciada por la administración estadounidense, que prioriza su propio mercado de LNG y gas de esquisto. México tiene una posición de fortaleza para negociar en temas como aranceles y la revisión mencionada, lo que podría abrir nuevas oportunidades en la región.
Por otro lado, las inversiones globales en proyectos de LNG, como el de Coatzacoalcos II financiado por capital saudí y respaldado por el Corredor Interoceánico, no solo generarán empleo (hasta 10,000 puestos por proyecto), sino que también posicionarán estratégicamente al Golfo. Esto podría materializar muchos de los objetivos propuestos por los inversionistas.
Así como “Checo” Pérez todavía no lidera en la Fórmula 1, México aún no ocupa la delantera en el campo del LNG, pero las perspectivas de entrar en esta carrera son alentadoras. Si para 2025, proyectos como Altamira, Energía Costa Azul y otros avanzan con éxito, el país podría estar en la pole position en las “qualis” para lograr un lugar destacado en el sector. Superando los principales retos en infraestructura, regulación y financiamiento, México no solo podría llegar al podio del LNG, sino también convertir al Golfo de México en un hub energético que redefina el poder en este campo. La carrera ha comenzado; es momento de acelerar y ganar.
Sobre el autor:
*Santiago Fabián Arroyos es director general de Ursus Energy, especialista en desarrollo de negocios energéticos.
X: @sarroyosi
La opinión de Russ se encuentra en Forbes México, un medio que refleja la independencia de sus autores y de su línea editorial.
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