El 13 de marzo de 2025 se conmemorarán oficialmente 700 años de la fundación de nuestra ciudad, que recibió el nombre de México-Tenochtitlan en el mismo día pero en 1325. Sin embargo, esta cifra de 700 años puede no tener relevancia para aquellos que deseen contar la historia utilizando nuestro calendario actual.
El gobierno ha realizado ciertas conclusiones acerca de la historia, centrándose en el proceso de independencia y la incapacidad de acceder a su autonomía. Además, este análisis está impregnado de la influencia de los contaminantes que afectan la percepción de los hechos históricos. Así, el contexto de 1325 se presenta como un punto de inflexión en la historia de la región.
Aceptemos, sin ser absolutistas, que fue en esa fecha hace 700 años que pudo haber ocurrido ese notable evento. Desde un enfoque histórico, podemos afirmar que el arte y la cultura de México-Tenochtitlan florecieron, enfrentando en 1457 la conquista del Tlatelolco, la cual culminó en la destrucción de ambos centros el 13 de agosto de 1521, a manos de un ejército que en su mayoría era mesoamericano.
Años después, sus gobernantes establecieron un nuevo cabildo en una ciudad constituida a imagen de la monarquía española, visible únicamente para los españoles. Al norte, también se refundó el cabildo y la ciudad de Santiago Tlatelolco. A inicios del siglo XIX, ambos mantenían una historia viva que influenciaba sus respectivas comunidades.
Afortunadamente, esta no es la conclusión de la historia, ya que hoy conocemos la ciudad de México, que fue anteriormente conocida como México-Tenochtitlan. Los Mexicas nos relatan que fueron los últimos en establecerse en un fértil valle de lagos que ya estaba habitado por culturas más antiguas. Esa historia de poder y resistencia está marcada por el hostigamiento que sufrieron a lo largo de décadas antes de conseguir establecerse.
Se estima que en 1521 México-Tenochtitlan albergaba entre 50,000 y 100,000 personas, gracias a un entorno eco-sustentable que permitía una gran densidad poblacional. El primer gran centro urbano, Cuicuilco, fue destruido por erupciones volcánicas, lo que llevó al surgimiento de Teotihuacan como un centro prominente en el área.
La vida en Teotihuacan, así como en México-Tenochtitlan y la contemporánea Ciudad de México, se basaba en un ecosistema dinámico de lagos interconectados que proporcionaban agua, alimento y recursos para el comercio. Esta abundancia favoreció el crecimiento urbano significativo de ambas civilizaciones, aunque también traía consigo desafíos relacionados con el manejo del agua y la salinidad. Las civilizaciones mesoamericanas desarrollaron un ingenioso sistema de manejo del agua que ha marcado su historia hasta nuestros días.