La hermana Albertina Pauletti, directora del Instituto Madre Assunta, que se dedica a ayudar a mujeres y niños migrantes en Tijuana, México, en la frontera con Estados Unidos, ha comentado sobre la crisis migratoria actual. “¿Es como resultado de la muerte de personas?” se pregunta ante la situación que enfrentan muchos en su camino hacia el norte.
Roberto Paglialonga – Ciudad del Vaticano
El carisma de la hermana es propio de una zona fronteriza. Siempre ha sido así; el mundo es un espacio donde prevalece la necesidad de proteger, cuidar y apoyar a aquellos que escapan de situaciones de pobreza, hambre, violencia y persecución. Para las Hermanas Scalabrinianas, la atención a personas en movimiento es una responsabilidad sagrada.
El Instituto Madre Assunta en Tijuana
Una de las principales fronteras donde opera el instituto es Tijuana, una zona caliente que separa a México de los Estados Unidos y que ha recobrado importancia en el ámbito político internacional debido a las políticas migratorias impulsadas por la administración de Donald Trump. “La crisis se ha vuelto un fenómeno diario. Aquí, en esta tierra de frontera, hemos estado presentes durante 30 años, y yo en particular desde hace cinco,” afirma Sor Albertina. El Instituto Madre Assunta fue creado para brindar apoyo a mujeres migrantes y refugiadas, solas o con niños, que atraviesan situaciones de vulnerabilidad. Actualmente, el 80% de las mujeres que reciben asistencia provienen de México, muchas huyen de la violencia de organizaciones criminales, mientras que otras llegan de países como Guatemala y Venezuela, en busca de obtener asilo.
“Queremos que quienes estén con nosotros descubran que son personas”
En el Instituto Madre Assunta se ofrece una amplia gama de asistencia, desde ayuda administrativa para completar formularios hasta apoyo psicológico. Casi todos los casos que se atienden involucran a madres cuyos esposos han sido asesinados por criminales o que han sufrido violencia en su propia familia. También se proporciona asistencia en la alimentación de los hijos y en la construcción de vínculos familiares, ya que muchas veces las madres están ausentes por trabajo y sus hijos se quedan solos frente a un teléfono inteligente. Además, se ofrece acompañamiento espiritual. “No pedimos el carné de cristianidad”, comenta la hermana sonriendo, “pero vemos que cada mujer que llega busca de alguna forma sentirse amada y encontrar un propósito en la vida. Con nosotras, queremos que descubran su valor como personas.” Las monjas establecen normas claras y firmes, y quienes no las respetan son invitados a participar en tareas comunitarias, como limpieza o cocina. Todos los servicios son gratuitos, pero se espera que todos contribuyan de alguna manera.
Los decretos ejecutivos de Trump y la “deportación”
La situación de los migrantes se ha vuelto crítica, especialmente con las recientes políticas inmigratorias que afectan a quienes huyen desde hace años. El Gobierno ha declarado que asume la responsabilidad solo con los migrantes mexicanos, pero también hay personas de otras nacionalidades que enfrentan la difícil realidad en esta frontera. Muchas vidas se han perdido, y su situación sigue siendo desgarradora. “¿Y nosotros recibimos apoyo?” se pregunta la hermana Albertina, preguntándose sobre el número de fallecidos y las dificultades que enfrentan todos los migrantes.
La larga historia de las Scalabrinianas
La historia de las Scalabrinianas es rica y extensa. Fundadas en 1895 por Juan Bautista Scalabrini, a lo largo de los años han establecido numerosas instituciones en diferentes regiones del mundo, especialmente en América Latina. En la actualidad, cuentan con 111 misiones en 27 países y más de 400 religiosas. “Para nosotras, trabajar y rezar es lo mismo”, concluye la hermana Albertina. “Ora et Labora”, como enseñó San Benito hace más de 1500 años, adaptado a la realidad donde la humanidad herida sufre y espera una señal de esperanza.