El cuerpo de Jesús Alberto Camacho estuvo durante años en la morgue del Instituto Médico Forense de Culiacán, Sinaloa, sin que nadie lo reconociera. En 2021, su cadáver ingresó a la morgue sin ninguna identificación, y no había denuncias ni indicios sobre su identidad. Era casi invisible, acumulando más de tres años de espera para su identificación. Recientemente, la Fiscalía de Sinaloa reveló que se trataba de Jesús Alberto Camacho, originario de Sonora, de 68 años. Esta historia ha puesto rostro a uno de los más de 70,000 cuerpos sin identificar que se encuentran en los servicios forenses del país.
El Fondo Nacional de Población de Naciones Unidas (UNFPA) donó a México 300 dispositivos para la identificación humana. Un año después, los resultados son evidentes: más de 6,000 personas han sido identificadas a partir de los servicios de fosas comunes. Los dispositivos también han sido utilizados para encontrar a personas aún con vida. Estos escáneres, diseñados por Pol México y el Instituto Médico Legal de la Universidad de Hamburgo, tienen el tamaño de una tarjeta de crédito y son de fácil transporte. Sus creadores lo consideran un gran avance. “La identificación humana no es sencilla, pero tampoco es una tarea sin solución”, comenta Maximilian Murck, coordinador de Identificación Humana del UNFPA y uno de los responsables del proyecto.
La ONU proporcionó estos escáneres portátiles a las 32 fiscalías del país, así como a las comisiones estatales de búsqueda, gracias a la coordinación de la Comisión Nacional de Búsqueda de Personas. “El escáner procesa las huellas, y luego estas pueden ser comparadas con bases de datos del INE”, explica Murck. Las fiscalías envían solicitudes de información al instituto electoral, que devuelve los datos de la persona: su nombre, fecha de nacimiento, fotografía, CURP y dirección. “Las huellas dactilares son el método más eficiente y económico para la identificación”, añade.
Muchas familias piensan que las huellas solo son útiles para casos recientes, pero esto no es así. El escáner puede analizar huellas del papel o del cadáver, indica Murck. Con esto, se espera que unas 98 millones de personas en el país estén más cerca de ser identificadas en el corto plazo, gracias a esta nueva herramienta proporcionada a las fiscalías, que están sobrepasadas por la violencia y la necesidad de trabajar con los cuerpos no identificados.
Estados como Colima, Morelos, Sinaloa y Jalisco también han incorporado esta tecnología, que se enmarca dentro de las estrategias del Estado mexicano para establecer un sistema sólido de identificación. “Esto muestra que es posible avanzar, y que la identificación dactilar puede hacerse más eficazmente”, observa Murck.
Entre mayo de 2024 y febrero de 2025, el Servicio Médico Forense de Culiacán solicitó información sobre 450 personas, de las cuales se obtuvo un resultado positivo para 191. El resto aún no ha sido identificado. El reto sigue siendo enorme, no obstante, cada avance suma a los esfuerzos de los colectivos de víctimas, que han permitido localizar casos como el de Julio César Cervantes, desaparecido en Ciudad de México desde 2021 y hallado en el Instituto de Ciencias de la Capital a inicios de 2024.
Murck reconoce que a pesar de los progresos, la tecnología tiene sus limitaciones, especialmente en el caso de niños y adolescentes, así como en aquellos migrantes que desaparecen en su camino hacia Estados Unidos. “El esfuerzo se centra en cruzar la información y contribuir a la identificación de estas personas, así como la necesidad de seguir trabajando en sus derechos humanos”, concluye.
