El 9 de marzo, a las 5:21 UTC, se registró un fuerte sismo con una magnitud de 4.3 y una profundidad de 7 kilómetros, según la información proporcionada por la Organización de las Naciones Unidas y el Servicio Sismológico Nacional (SSN).
El epicentro del temblor se localizó a 15 kilómetros al sur de la ciudad de Oaxaca, como publicó el SSN.
El Centro Nacional de Prevención de Desastres (CENAPRED) insta a la población a revisar sus hogares en busca de posibles daños tras un terremoto y a utilizar el teléfono solo para emergencias. Se recomienda no encender fósforos o velas hasta estar seguros de que no hay riesgo de alerta.
Además, es importante seguir ciertas medidas antes de un sismo: preparar un plan de protección, realizar simulacros de evacuación e identificar zonas seguras en caso de emergencia.
Durante un temblor, es clave permanecer calmado y dirigirse a un lugar seguro, alejándose de objetos que puedan caer. Si se está en un vehículo, se debe estacionar y mantener distancia de edificios, árboles y postes. En caso de estar en la costa, es vital alejarse de la playa y buscar refugio en zonas altas.
Los mexicanos están familiarizados con la actividad sísmica, ya que el país ha sido escenario de numerosos eventos. Es relevante recordar el gran impacto de los sismos de 1985 y 2017, que causaron severos daños en el territorio nacional, afectando especialmente a la Ciudad de México.
El terremoto más fuerte registrado en México ocurrió el 28 de marzo de 1787, con una magnitud de 8.6, afectando a Oaxaca, que entonces era el centro de la colonia española. Un estudio realizado por el Centro de Instrumentación (CIRES) en 2009 sugiere que podrían ocurrir terremotos de magnitud similar en el futuro, debido a la acumulación de energía en la brecha de Guerrero.
