Palabras prohibidas en documentos oficiales, cancelación de proyectos de investigación y desmantelamiento de comités de científicas. Estas son algunas de las experiencias que viven los investigadores españoles en Estados Unidos. En este contexto, el ámbito se convierte en un lugar donde la preocupación y la incertidumbre son casi constantes.
Los organizadores de una reciente encuesta han solicitado que no se revele su identidad por miedo a represalias. El informe resulta inaccesible por la misma razón, lo que subraya la gravedad de la situación.
Desde el inicio de su presidencia, Donald Trump ha eliminado miles de proyectos de investigación, recordando constantemente la reducción de fondos destinados a estudios sobre género y disparidades, así como a temas de vacunas, COVID-19, contaminación y desinformación. Asimismo, ha implementado políticas restrictivas en instituciones como la Universidad de las Artes, que ha sido objeto de numerosas protestas.
Comités Cancelados y Palabras Prohibidas
Los recortes y la censura se han vuelto habituales: el Instituto de Ciencias de Los Ángeles, por ejemplo, eliminó canales de comunicación internos. Apenas una semana después de la toma de posesión de Trump, la bióloga Andrea se encontró con que le cancelaron un proyecto sobre diversidad, simplemente porque su contenido aludía a la palabra “diversidad”.
Investigadores biomédicos han comentado que términos como “ratón transgénico” están bajo censura, y que aquellos que trabajan en vacunas contra el cáncer intentan evitar descripciones que las vinculen a las tradicionalmente mal vistas, para no atraer la atención negativa del Departamento de Salud Michael McCormack.
Un científico neurobiológico que lleva cinco años en EE.UU. comenta que ha redactado rápidamente una solicitud de financiamiento para no tocar un punto confirmado: el rechazo hacia proyectos bajo presiones políticas es notable y perjudicial. Además, hay informes sobre la revocación de visados por razones tan triviales como una multa de tráfico.
Borrado de Mensajes
“Hay una paranoia entre los investigadores, al punto de eliminar conversaciones,” explica Laura, una neurocientífica que trabaja en EE.UU. desde hace cuatro años. Los directivos de su empresa han mostrado reticencia por miedo a represalias ante manifestaciones científicas. Laura directamente evita unirse a protestas, por miedo a ser despedida.
“Las condiciones en EE.UU. no significan que la situación haya mejorado en otros lugares,” dice Josué Tonelli, matemático español de la Universidad Johns Hopkins. Los bajos salarios y la escasez de recursos hacen que las ofertas en España sean poco atractivas. “Es difícil para mí hacer la transición de vuelta a casa,” comenta Mateo, que se encuentra reevaluando su futuro en el país.