Tiziana Campisi – Ciudad del Vaticano
Esta noche, 18 de abril y bajo la presidencia del cardenal Baldo Reina, papa Francisco reflexiona sobre el camino del Gólgota como el descenso de Jesús “hacia el mundo que Dios ama”. En esta conmemoración, se menciona cómo Cristo, “clavado en la cruz”, se sitúa “en medio” de las partes en conflicto; su sacrificio “derriba muros”, promueve la reconciliación y establece un nuevo camino hacia Dios.
La Economía de Dios
En el contexto presente, se invita a comprender “la economía de Dios”, que se distingue por no descartar, ni aplastar, sino por ser humilde y cercana a la tierra. Se destaca el camino de Jesús, basado en las bienaventuranzas, que “no destruye, sino que cultiva y protege”. A lo largo de esta ruta, se enfatiza la importancia de aceptar la cruz y la carga de la responsabilidad que se encuentra en el soplo divino que da vida. Sin embargo, el papa menciona que muchas veces huimos de dicha responsabilidad, lo que nos lleva a un estado de egoísmo e indiferencia.
El Vía Crucis como Oración de los Desplazados
Las 14 estaciones reflejan el Caminito que Jesús recorrió hacia el Gólgota, desafiándonos a salir de nuestros caminos habituales. Es un camino que implica sacrificio y entrega en un mundo que valora solo lo inmediato, donde la gratuidad tiene un alto costo. En este don, el papa resalta que la vida florece, incluso en medio del sufrimiento.
La Libertad del Hombre
La condena de muerte de Jesús simboliza “el drama de nuestras libertades”. La confianza de Dios en nosotros, que se ofrece irrevocablemente, permite que surjan maravillas en nuestras vidas. No obstante, a menudo somos prisioneros de roles que nos limitan y tememos afrontar la responsabilidad de un cambio. El sacrificio de Cristo en la cruz nos muestra que siempre hay una elección que hacer, una libertad que debemos reivindicar.
Caer y levantarse
El camino de la vida implica tropiezos. Jesús se hizo uno de nosotros y no tuvo miedo de caer, lo que contrasta con quienes se aferran a su infalibilidad. En este mundo de cálculos, la economía divina llama a reconocer el valor de cada persona, ya que cada ser humano tiene su propia dignidad. Volver a Cristo, que cae y resucita, implica un cambio de dirección y ritmo en nuestras vidas.
Como Simón de Cirene
En el Vía Crucis, Francisco destaca la experiencia de Simón de Cirene, quien, al regresar del campo, se detiene para ayudar a Jesús a llevar la cruz. Esto nos enseña que podemos colaborar con Dios en el peso de la responsabilidad. El yugo de Jesús es “dulce” y su carga “ligera”, lo que resalta la necesidad de apoyarnos mutuamente en nuestras cargas cotidianas.
Las Mujeres en el Camino del Calvario
Las figuras femeninas que aparecen en las estaciones resaltan la importancia de acompañar a Jesús. María, en particular, representa un seguimiento que es un descubrimiento continuo, y su figura refleja cómo los “hermanos” de Cristo son aquellos que están dispuestos a ser transformados. También se menciona a Verónica, quien, con amor, enjuaga el rostro de Jesús, lo que nos invita a ver en cada persona el rostro de Cristo, encontrando así la dignidad en los demás.
Jesús en el Silencio del Sábado Santo
Al finalizar el Vía Crucis, el recuerdo del cuerpo de Jesús en la tumba nos lleva al silencio del Sábado Santo. En un mundo que nunca se detiene, el papa Francisco eleva una oración que nos invita a aprender a esperar. Ante la aparente quietud de Cristo, se abre la posibilidad de una nueva creación, donde habrá paz entre todas las naciones, recordándonos que a través de la resurrección siempre hay esperanza.