Es un hecho que las personas que han experimentado con grandes sumas de dinero siempre son bien recibidas.

Sin embargo, es raro cuestionarse la aparente naturaleza del crimen que rodea a esos casos.

Resulta fascinante ser parte de este intrigante mundo.

No obstante, alguien logró transformar esta fascinación en un enigma.

Esa persona fue el pionero en el estudio de la morfogénesis, un arte que cautivó a muchos interesados en la naturaleza.

El notable artículo que publicó al final de su vida, titulado “La base química de la morfogénesis”, apareció en las cartas de la Sociedad Real.

Podría sorprender que este trabajo, realizado por un científico considerado un héroe, fue crucial para desentrañar los mensajes enviados a través de los complejos enigmas de la Alemania nazi.

Si bien en su época, en 1974, esa historia permanecía en secreto, Alan Turing era reconocido como un brillante matemático, aunque aún no gozaba de la fama que merecía.

Durante el siglo XX, hubo avances significativos que condujeron a conclusiones fascinantes en torno a la morfogénesis.

Por ejemplo, las margaritas pueden tener 34, 55 o 89 pétalos, números que forman parte de la serie de Fibonacci, donde cada número es la suma de los dos anteriores.

Turing intuyó que los organismos biológicos debían tener una base energética.

La simetría en la naturaleza ha capturado la atención durante siglos.

El punto de partida de su estudio era un misterio palpitante.

Al igual que en el reino animal, los humanos tienen similitudes en sus embriones, que provienen de células idénticas.

Sin embargo, al abordar el proceso en organismos, surgieron muchas variables y consecuencias para cada uno de nosotros.

¿Cómo ocurre este fenómeno en la naturaleza?

Las similitudes vistas en el proceso eran paralelas a aquellas en la forma de vida animal y también a la manera en que se desenvuelven en un entorno natural.

Impulsado por estos patrones, desarrolló ecuaciones que, poco a poco, dieron forma a su “Teoría matemática de la embriología”.

Una teoría de la vida

Postuló que los patrones son fundamentales para entender el desarrollo natural y su relación con el entorno.

Introdujo el término “morfógeno” (de morfo, que en griego significa ‘forma’, y gen, que significa ‘engendrar’), refiriéndose a los generadores de forma.

Argumentó que estos morfógenos se difundían a través de la comunicación intercelular y revelaban los mecanismos que rigen el desarrollo.

Su teoría, formulada con matemáticas fascinantes, planteó que dentro de los tejidos existen dos morfógenos que interactúan de manera compleja.

Ambos se difunden a ritmos distintos y operan simultáneamente, aunque de manera independiente, como si estuvieran en competencia.

Para ilustrar esto, consideremos un escenario de depredador y presa.

Cuando los depredadores tienen muchas presas disponibles, su población crece, pero esto disminuye la cantidad de presas, llevando a que los depredadores también disminuyan con el tiempo.

A nivel molecular, destacó Turing, cuando uno de los morfógenos provoca una reacción, esta se propaga y genera patrones físicos observables.

Un morfógeno puede llegar primero y alterar el color de ciertas células, como sucede en las cebras, produciendo así las rayas blancas y negras.

Cebra
Las cebras presentan patrones únicos que resultan de la activación de morfógenos.

En la piel de una vaca, se pueden observar patrones similares, que aunque requirieron un arduo trabajo, lograron crear un diseño moteado.

Turing, interesado en su trabajo, hizo un respetable estudio sobre la cantidad de pétalos en flores.

Un legado perdurable

Su idea permaneció oculta entre las páginas de revistas científicas por un tiempo.

Él mismo reconoció que “este modelo sería una simplificación y, por ende, una fortificación”, explicando las limitaciones de sus avances.

Sin embargo, con el tiempo, la naturaleza y sus patrones comenzaron a interesar al público, revelando su belleza y complejidad.

Además, al año siguiente, James Watson y Francis Crick, sin mencionar el trabajo pionero de Rosalind Franklin, descubrieron la estructura del ADN, que prometía revolucionar la ciencia.

En la década de 1960, el escrito de Turing sobre morfogénesis fue redescubierto y se comenzó a apreciar su relevancia en el marco de la biología moderna.

Retrato de Alan Turing
Retrato de Alan Turing junto a sus colegas de Bletchley.

Su legado se volvió relevante y las investigaciones empezaron a mostrar cómo sus patrones aplicaban desde la activación en el cerebro hasta la estructura de las conchas.

Estos patrones contribuyeron a un mejor entendimiento sobre la naturaleza humana y han sido utilizados hasta en el diseño de filtros de agua.

0, 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34, 55, 89…

Hoy, esos números son parte de una secuencia que mezcla la imaginación con la matemática.

Esto seguramente habría complacido a Turing.

Al finalizar su artículo, tras reconocer limitaciones, reflexionó sobre la naturaleza de “las matemáticas y sus elementos fundamentales”, y escribió:

“Pienso que, sin embargo, la naturaleza tiene sus propias reglas.”

Después de ese punto final, durante los últimos dos años de su vida, se dedicó a estudiar los girasoles.

Un girasol de cerca
Un acercamiento a los girasoles, siempre fascinantes.

Se interesó particularmente por los patrones en los pétalos y las semillas de los girasoles, temas también abordados desde la antigüedad, incluyendo observaciones de figuras como Leonardo da Vinci.

Turing reconoció el trabajo del científico holandés J.C. Schoute, quien estudió los patrones en 319 cabezas de girasol justo después de la Segunda Guerra Mundial.

Sin embargo, nunca tuvo la oportunidad de probar su teoría propuesta antes de su muerte.

Poco después de su deceso, la Royal Society publicó pruebas que respaldaban su explicación matemática sobre los patrones en los pétalos de girasoles.

Los estudios realizados en el campo fueron fundamentales para entender la prevalencia de la secuencia de Fibonacci en diferentes elementos naturales y cómo estos patrones se manifestan en el mundo.

Los hallazgos apoyaron la teoría de Turing, pero a su vez se descubrieron nuevos patrones que también parecen ser explicados por sus ecuaciones.

Línea
Las líneas son representaciones visuales de conceptos en la biología matemática.

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