Hace justo cuarenta años, el jurista y teórico de la política Carl Schmitt falleció a los 97 años en Alemania. Schmitt, considerado el último heredero del pensamiento político moderno y reconocido por su obra como una figura clave del siglo XX, formuló una argumentación coherente y unificada sobre la política. Su filosofía abordaba tanto la acción política concreta como la mediación y la esencia misma de la forma política. Schmitt afirmaba que “el soberano es aquel que decide sobre la excepción”, una declaración que invita a la reflexión sobre la autoridad y el orden social.
La obra del pensador alemán se ha visto acompañada de controversias, en especial por sus observaciones sobre las debilidades del parlamentarismo liberal. Su análisis crítico de las instituciones políticas se adentra en las complejidades del sistema democrático, revelando vulnerabilidades que son clave para entender su evolución y estructura actual.
A pesar de las críticas, diversos estudios académicos han puesto un enfoque renovado sobre la obra de Schmitt, resaltando la importancia de la democracia en su pensamiento. Se ha observado la relevancia de sus ideas en el contexto contemporáneo, dado que sus reflexiones siguen siendo oportunas para comprender los obstáculos actuales que enfrenta la política y su relación con el cinismo que predomina en muchas democracias modernas.
La noción del Estado de derecho, según Schmitt, se basa en el control de la función ejecutiva a través de los tribunales, estableciendo un vínculo social que se organiza desde el sufragio universal. Las condiciones del mundo marcan la vida pública y política, y en este sentido, la opción que propone Schmitt a favor del principio democrático debe ser entendida como un camino adecuado para alcanzar decisiones objetivas sobre la integración del estado.
En consecuencia, el poder constituyente es considerado el soberano político concreto, mientras que la constitución actúa como un medio para formalizar dicha decisión. Para Schmitt, la democracia se traduce como la voluntad unitaria del pueblo, la cual se refleja en la resolución de una decisión que define la configuración del Estado. Su perspectiva rechaza concepciones formales de la democracia e insiste en la distinción entre el pacto social y el pacto constitucional, vital para fundamentar la unidad política soberana.
Asimismo, plantea la necesidad de diferenciar entre el acuerdo que da origen al pacto constitucional, y lo que permite la unidad política soberana, apuntando que la voluntad del pueblo es el eje fundamental para la legitimidad del Estado. Así, la propuesta de Schmitt continúa siendo una referencia crítica en el análisis del estado y la política contemporánea.