La historia persiste, y sigue adelante. Lo que ha ocurrido aquí supera el horror al que, lamentablemente, hemos llegado a acostumbrarnos. Se erige como un monumento sangriento a la indiferencia y complicidad institucional, un testimonio brutal y desgarrador en completo silencio.
Las palabras sobran ante la acumulación de cientos de zapatos, ropa, mochilas y maletas que son testigos de un verdadero campo de exterminio donde seres humanos fueron aniquilados sistemáticamente.
La esencia de estos lugares no es nueva ni sorprendente; lo que repugna y molesta es la indiferencia cínica del estado mexicano. El gobierno federal ha estado trabajando arduamente para comprender la situación, pero sigue sin abordarla adecuadamente.
Es imposible abordar este tema sin sentir la indignación que hierve en la sangre ante la complejidad silenciosa que se traduce en impunidad. Aquellos que prefieren permanecer en el silencio y la complicidad, en términos prácticos, están colaborando con el horror.
Cada fragmentación de la realidad es una forma encontrada: en México, la humanidad está a merced del crimen. Los colectivos de búsqueda se convierten en héroes silenciosos que llevan dignidad donde el estado arrastra vergüenza, poniendo en evidencia el cinismo gubernamental con cada pala que entierran en la tierra.
Aquí no hay lugar para ambigüedades. La eliminación de seres humanos es una realidad que no se puede minimizar ni ignorar, ni disfrazar con retórica política o complicidad.
¡Basta ya! No hay más espacio para el cinismo. La corrupción y la complicidad oficial son la raíz de esta crisis. México debe decidir qué tipo de país quiere ser, y la institución debe rendir cuentas por sus acciones.
La tragedia vivida es una constante lacerante. No se puede excusar la situación. El horror revelado debe ser un motor que impulse la reivindicación civil. Esta crisis de humanidad que enfrentamos no se resolverá con discursos vacíos ni medidas efímeras, sino con acciones concretas y con instituciones que realmente trabajen al servicio de la justicia.
Es tiempo de deshacerse de las palabras vacías y de los gestos simbólicos. México requiere un compromiso real para enfrentar la situación actual.
Presidenta Sheinbaum: es una obligación moral actuar de manera auténtica. El recordatorio constante del dolor es el grito que nos indica que nuestra humanidad está en crisis. Es una respuesta implacable contra quienes desde el poder optaron por el silencio y la complicidad.
¿Para despertar nuestra conciencia colectiva? No queremos indignación pasajera. Es hora de exigir justicia de manera real y presionar incansablemente por ella.