Es importante abordar con seriedad los acontecimientos que han rodeado a Donald Trump durante sus cuatro años en la presidencia. Aquellos que hayan sido testigos de sus acciones no pueden negar que han sido impactantes. La reciente grosera intervención de Trump junto a su exvicepresidente, en la que atacaron a un mandatario extranjero, no debería sorprender, aunque lo haga. Recordamos la famosa llamada con Zelenski, donde Trump, con un estilo mafioso, intentó obligarlo a actuar contra Biden. Esta llamada tuvo repercusiones para Zelenski, quien ahora ve a Trump como responsable de su humillación. El nuevo mandato de Trump parece estar destinado a buscar venganza contra aquellos que le hicieron la vida difícil durante su primer período. En múltiples discursos, él ha prometido retribución a sus seguidores, y está cumpliendo con ello.
La falta de sorpresa ante estos eventos, aunque dolorosa, no debería causar asombro, especialmente para los analistas políticos. Es difícil observar cómo Estados Unidos, que tradicionalmente ha sido un aliado, se convierte en un traidor en ese contexto. Muchos critican a Zelenski, ya sea por reaccionar al desafío o por no mantener la calma ante las agresiones del grotesco gobierno del trumpismo. La situación es especialmente preocupante, ya que Ucrania enfrenta la amenaza inminente de desaparecer debido a esta invasión. La desesperación de su población es palpable, y la lucha por la libertad y la vida se torna aún más urgente.
Zelenski llegó a Washington pidiendo ayuda para salvar vidas y preservar la democracia de su nación ante un agresor mucho más poderoso. Este tipo de cooperación es fundamental para la continuidad de la república. Hacer un análisis superficial de la situación no hace justicia a la gravedad del momento. El narcisismo de Trump y sus complejos lo hacen vulnerable a la manipulación, como la que ejerce Putin. A diferencia de otros líderes, Zelenski no se presenta en la Casa Blanca para rendir pleitesía; tiene una misión clara.
La invasión de Ucrania no es un fenómeno aislado ni un aspecto banal; el gobierno de los Estados Unidos ha perdido terreno tras la llegada de Trump. El hecho de que un acosador y un delincuente tengan el apoyo de millones de ciudadanos refleja una especie de ingenuidad. Esta denuncia es válida: el gobierno de los últimos años ha construido un escenario mundial donde los países poderosos son cómplices de la opresión.
Claramente, Estados Unidos ha sucumbido ante los enemigos de la libertad. Este lenguaje duro se usa con frecuencia, pero resulta pertinente. Desde el principio de la invasión rusa, hemos presenciado una degradación sistemática del orden internacional, sin mencionar los ataques continuos a principios democráticos. Ahora observamos cómo la administración estadounidense, bajo Trump, se ha convertido en cómplice activo de un dictador responsable de crímenes de guerra.
Recientemente, Estados Unidos, bajo el liderazgo de Trump, ha tomado decisiones que favorecen a Putin. La intersección de intereses entre ambos regímenes pone en riesgo las democracias europeas. Trump y Putin cuentan con la complicidad de muchos, destacándose grupos xenófobos y nacionalistas en Europa que asienten a sus agendas. Esta dinámica es peligrosa y representa un retroceso significativo en la lucha por la libertad.
En 1948, George Orwell escribió sobre estas divisiones. Señalaba que la verdadera división no es entre conservadores y revolucionarios, sino entre autoritarios y libertarios. Aunque el mundo actual presenta divisiones evidentes, el mensaje de Orwell sigue siendo relevante. Este es un momento crucial para reflexionar sobre la dirección que estamos tomando y las elecciones que debemos hacer.
Juan Gabriel Vásquez es escritor.