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Las mariposas están desapareciendo a un ritmo alarmante. En los últimos veinte años, sus poblaciones se han reducido drásticamente en Estados Unidos, y Europa no se queda atrás.

Estos insectos, que son polinizadores esenciales, pertenecen a diferentes géneros que son cruciales para la flora silvestre y, en última instancia, para nosotros los seres humanos.

Un estudio reciente revela que entre los años 2000 y 2020, se ha observado una disminución del 22% en el total de mariposas registradas. Un 3% de esta disminución se ha dado en territorios urbanos.

A nivel global, la diversidad de mariposas se ha visto comprometida, con muchas especies en peligro de extinción debido a las condiciones adversas en su hábitat.

Una problemática que también se presenta en Europa

La situación es especialmente preocupante en el Reino Unido, donde el 8% de las especies residentes han desaparecido por completo. Desde 1976, se ha registrado una disminución del número total de mariposas. En los Países Bajos, la situación es aún más grave: el 20% de las especies ha sido erradicado, y las poblaciones han caído a la mitad desde 1990.

En Bélgica, cerca del 29% de sus especies han disminuido, mientras que en los últimos 30 años, la reducción ha sido del 30% en total.

Estos datos son impactantes, aunque no necesariamente sorprendentes; el público en general se ha dado cuenta de que muchas de estas caídas en la población están vinculadas a una preocupante pérdida de biodiversidad a escala global.

¿Qué está sucediendo?

Las principales causas de esta crisis son bien comprensibles. La fragmentación del hábitat, impulsada por el desarrollo agrícola y urbano, ha reducido los espacios en los que las mariposas pueden alimentarse y reproducirse. Además, el uso intensivo de pesticidas en la agricultura no solo elimina plantas que son vitales para estos insectos, sino que también les resulta tóxico.

El cambio climático también juega un papel importante. Aunque algunas especies han logrado expandir su rango hacia el norte debido al aumento de temperaturas, otras, especialmente aquellas que requieren hábitats específicos, han visto cómo sus áreas de distribución se reducen y se ven al borde de la extinción por no poder adaptarse a tiempo.

¿Aún hay esperanza?

A pesar de este sombrío panorama, hay razones para ser optimistas. La restauración de praderas y el cambio en el uso de prácticas agrícolas podrían ayudar a estabilizar las poblaciones de mariposas en unas pocas generaciones.

Además, la plantación de especies nativas, como las de género Asclepias, esenciales para la mariposa monarca, puede contribuir a su recuperación.

El futuro de las mariposas no solo depende de ser criaturas hermosas que adornan nuestros jardines; son componentes vitales en el funcionamiento del ecosistema. Es fundamental que tomemos acción para protegerlas y preservar nuestra biodiversidad.

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