Queridos Hermanos, Paz y Bien.
Aquellos que han enfrentado virus en sus computadoras saben lo complicado que puede ser eliminarlos, reinstalando incluso el sistema operativo. De manera similar, queremos aprovechar el tiempo de Cuaresma para reiniciar el camino de nuestro bautismo. Este proceso de “instalación” nos llevará durante cuarenta días.
Realizar este camino no es sencillo. Pasamos de Pascua a Pascua. Sin embargo, si tuviéramos el mejor antivirus espiritual, conoceríamos el camino a seguir. Con esto, podríamos entender lo que nos sucede y cómo superarlo con una actitud renovada en este tiempo especial.
Cada año, en la primera semana de Cuaresma, la liturgia nos invita a meditar sobre las tentaciones que enfrentó Jesús. Nos presenta estas situaciones como aprendizajes que nos ayudan a restaurar y superar nuestros propios desafíos.
La Escritura nos recuerda que “La Palabra está cerca de ti: la tienes en tus labios y en tu corazón”, refiriéndose a la fe que compartimos. San Pablo se dirigía a la comunidad cristiana en Roma, resaltando la universalidad de la fe. Todos están llamados a la salvación, ya que Cristo vivió, murió y resucitó por todos nosotros. De ahí que nuestra Iglesia sea católica, es decir, universal, abarcando a todos sin excepción.
El evangelio de hoy pone de relieve las pruebas de Jesús. Al final de los días, Él enfrenta la lucha y la debilidad humana. Aunque las tentaciones parecen superarlo, Él emerge victorioso. La escena que se presenta puede parecernos extrema, dado que se basa en las circunstancias externas, pero la verdadera fortaleza proviene de su interior.
La vida de Jesús no fue un tranquilo paseo. Enfrentó tentaciones que nos sirven de modelo para nuestras propias luchas. Por eso, el diablo se aparta después de haber tentado a Jesús “hasta el momento oportuno”, que será durante su pasión y cruz.
La primera tentación trata sobre las necesidades materiales: “No solo de pan vive el hombre”. En este sentido, Jesús nos invita a abrir un espacio en nuestras vidas para la Palabra de Dios, alimentándonos de ella en lugar de dejarnos llevar solo por los placeres mundanos.
En la segunda tentación, se nos recuerda que el verdadero camino es el servicio: “El que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos”. Muchas veces nos complicamos la vida por seguir impulsos egoístas. Sin embargo, Jesús nos anima a aceptar la voluntad de Dios y a ser agentes de servicio.
La tercera tentación implica buscar protección y seguridad en lugar de abrazar la vulnerabilidad humana que nos conecta con los demás. Jesús nos desafía a actuar según la fe y no depender de milagros que nos saquen de toda responsabilidad. Los auténticos signos del Reino de Dios son el servicio a los demás y el cuidado de los marginados.
Así comenzamos la Cuaresma, un tiempo de invitación a ser verdaderos servidores, donde la generosidad debe prevalecer sobre el interés personal. No nos debemos dejar llevar, sino luchar por valores que nos humanicen y nos acerquen más a la profundidad de la vida cotidiana.
Vuestro hermano en la fe, Alejandro, CMF