Recientemente, Marcelo Ebrard, el titular de la Secretaría de Economía de México, compareció ante ambas cámaras del Congreso federal. En su intervención, reafirmó la estrategia del Plan México, que es fundamental en la política nacional e internacional del gobierno de Claudia Sheinbaum y el denominado «segundo piso» de la Cuarta Transformación (4T), un proceso iniciado por Andrés Manuel López Obrador en 2018. El núcleo de esta estrategia es, sin duda, la continuidad y reforzamiento de la integración de México con América del Norte.

Previo a la presentación de Ebrard, el canciller Juan Ramón de la Fuente y la presidenta Sheinbaum se reunieron con Marco Rubio, secretario de Estado de Estados Unidos, en la Ciudad de México. Durante esos encuentros, el gobierno mexicano reitera su objetivo de minimizar el impacto de los aranceles estadounidenses y potenciar la cooperación en control migratorio, seguridad fronteriza y combate al narcotráfico, para enfrentar adecuadamente la revisión del T-MEC (Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá) programada para el verano de 2026.

La prioridad de la integración norteamericana no elude que las percepciones ideológicas sobre la 4T sean cada vez más contradictorias. Algunos gestos buscan equilibrar la relación con Washington, como aumentar el subsidio energético a Cuba o rechazar el Premio Nobel de la Paz a la opositora venezolana María Corina Machado, además de la decisión de no asistir a la Cumbre de las Américas en República Dominicana debido a la exclusión de Venezuela, Nicaragua y Cuba.

Para los seguidores del oficialismo, estos gestos son evidencias del principio del «humanismo mexicano» que guía la política exterior del gobierno de Sheinbaum. En cambio, desde la oposición se interpreta que Morena no busca una mayor integración con Canadá y Estados Unidos, sino una alineación con los sistemas políticos de Cuba y Venezuela. Esta situación genera percepciones dispares sobre la relación entre el gobierno mexicano y los regímenes autoritarios del Caribe.

A pesar de las críticas democráticas hacia algunas políticas de Morena, como la elección directa por voto popular del poder judicial o propuestas de reforma electoral que desafían la representación proporcional, su inspiración no parece provenir de Cuba o Venezuela. Más bien, se relaciona con experiencias como la boliviana, que ha sido criticada por sectores de la izquierda en el país andino.

El Plan México propone una mayor integración con Estados Unidos y Canadá, con un enfoque en la desregulación económica, la relocalización y el incremento acelerado de inversiones, transformando a México en una de las diez economías capitalistas más grandes del mundo y en uno de los principales destinos turísticos globales. Este enfoque, sin embargo, ignora cualquier intento de diversifica internacionalmente el comercio y las inversiones, especialmente hacia China y el Sudeste asiático.

A pesar de las presiones sobre México para una política de combate al narcotráfico más robusta, se han comunitado ciertos logros diplomáticos, como la posposición de aranceles por parte de Estados Unidos. El gobierno de Sheinbaum también ha enfrentado el desafío de mantener un equilibrio en su relación bilateral, a pesar de las tensiones suscitadas por temas de seguridad y narcotráfico.

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