Tijuana. —Estrella Tien Seis Agnos. Es una cuestión habitual. Escapó Agazapada, la tierra de las rodillas y la tierra del ganado. Los encapuchados son quienes están enfrentando su vida: “se van o se mueren”, les dijeron.
Todavía no sabe leer ni escribir, pero ya reconoce el sonido que hace un arma al cargar el cartucho.
“¿Te gustaría que regeneráramos la casa?”, le pregunta a su padre, Alberto, mientras juega de rodillas en la tierra que había en un rincón, dibujando la silueta de su hogar.
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La Colonia Prado Deláguila está marcada por la violencia. Grupos criminales entierran a personas asesinadas en los patios de las casas. (22/04/2025) foto: Aimee Melo | El Universal
Desde marzo, Estrella, sus hermanos y sus padres han enfrentado grandes desafíos en Tijuana. Aunque han recuperado su hogar, han comenzado a vender muebles para obtener algún dinero.
La familia de Estrella fue desplazada. Su madre, Alicia, recuerda que hace algunos años llegaron a la colonia Prado Deláguila, situada al sureste de Tijuana, buscando una vida mejor.
En esta zona, marcada por la violencia, las bandas rivalizan en las puertas de las casas. “Estaba en la cocina cuando llegaron”, recuerda Alicia. “Eran varios hombres con los rostros cubiertos, mi perro empezó a ladrar y corrí a ver qué pasaba, cuando llegué a la sala ya estaban dentro y preguntaron por mi esposo.”
Buscaban a Alberto porque, semanas atrás, había comenzado a organizar un grupo de vigilancia vecinal, creando un chat en WhatsApp donde convocaba reuniones sobre las amenazas y ejecuciones en el área.
La advertencia que recibieron ese día fue muy clara: “Se van ya, no pueden sacar nada, o se mueren”.
La familia, aterrorizada, huyó a casa de unos familiares donde pudieron reunirse. Tijuana cuenta con zonas de silencio, lugares de donde las familias son desplazadas, donde los criminales reinan en la impunidad.
Alberto, esposo de Alicia y padre de Estrella, asegura que pidió ayuda al gobierno y al estado, pero nadie ha respondido. La familia necesita alimentos, dinero o, al menos, protección.
“No es justo, no somos los únicos que han salido huyendo de estos delincuentes; llegan, amenazan y después se quedan con las casas,” lamenta.
Estrella juega en la tierra con un tenedor, reconstruyendo lo que era su casa. Asegura que echa de menos jugar con su amiga María y sus perritas, de las cuales tampoco queda nada.
A sus seis años, apenas sabe leer y escribir, pero conoce bien el sonido de una bala y el olor a muerte, ya que hay zonas de silencio donde la niñez se desarrolla entre la sangre derramada.
