El 25 de septiembre, a las 14:20 horas, se registró un sismo de magnitud 4.0 con epicentro en San Felipe, Baja California, sorprendiendo a los residentes de la región.
Este sismo ocurrió a 84 km al noroeste de la ciudad, alcanzando una profundidad de 22.4 km, según el Servicio Sismológico Nacional (SSN).
La ubicación precisa del sismo corresponde a las coordenadas 31.495 grados de latitud y -115.533 grados de longitud.
Hasta el momento, las autoridades no han reportado daños causados por el sismo. Se recomienda a la población mantenerse informada a través de fuentes oficiales ante posibles actualizaciones.
Es importante destacar que la información del SSN es preliminar y puede ser actualizada, modificando los datos reportados inicialmente.
El SSN aclara que no es posible predecir sismos; no existe tecnología actual que permita anticipar un movimiento telúrico.
México, en un contexto tectónico, experimenta numerosos sismos diariamente, aunque la mayoría son de baja magnitud y, por lo tanto, imperceptibles.
No todos los sismos generan la misma intensidad de sacudida, incluso a la misma distancia de una ciudad. Los efectos varían dependiendo del tipo de suelo, la distancia al epicentro y otros factores geológicos.
México cuenta con dos sistemas esenciales para estudiar sismos: el Servicio Sismológico Nacional (SSN), que mide la magnitud y localiza los epicentros, y la Red Acelerográfica Nacional del Instituto de Ingeniería de la UNAM, que registra las aceleraciones del suelo durante sismos fuertes.
El doctor Jorge Aguirre González, coordinador de Ingeniería Sismológica del Instituto de Ingeniería de la UNAM, menciona la importancia de caracterizar el efecto de sitio, que es cómo responde el terreno ante un sismo. Existe una diversidad de formas para calcular la magnitud de un sismo que permiten a los científicos realizar mediciones precisas para la ingeniería y la protección civil.
México está en constante riesgo de experimentar sismos severos, recordando los grandes terremotos de 1985 y 2017, que causaron estragos. Aunque estos son los más recordados, no son los de mayor magnitud en el país.
El terremoto más potente documentado en México ocurrió el 28 de marzo de 1787, con un epicentro en Oaxaca y una magnitud de 8.6, causando no solo temblores, sino también un tsunami que llegó 6 km tierra adentro.
Un estudio realizado en 2009 por el Centro de Instrumentación y Registro Sísmico (Cires) sugiere que grandes terremotos de magnitudes iguales o superiores a 8.6 podrían ocurrir en el futuro en las costas de México y Centroamérica, dado que se encuentran en la Brecha de Guerrero, que acumula gran energía.
Sismos como los de 1985 y 2017 traen recuerdos dolorosos a los mexicanos. El terremoto de 1985, que tuvo lugar a las 7:19 horas locales, tuvo una magnitud de 8.2 y su epicentro estaba en Guerrero. Muchos pensaron que un evento así no se repetiría, pero 32 años después ocurrió nuevamente.
El sismo de 2017 se registró a las 13:14 horas, con epicentro en la frontera de Puebla y Morelos, dejando un saldo trágico de 369 muertes en el centro del país.
