El GOBIERNO de Claudia Sheinbaum ha celebrado el aumento del 18.7% en el ingreso promedio de los hogares mexicanos entre 2018 y 2024, destacando que los del primer decil, que agrupa a los más pobres, crecieron incluso un 29%.
Esta narrativa sugiere que las políticas económicas han contribuido a reducir la pobreza y a mejorar el bienestar de millones de mexicanos. Sin embargo, detrás de esta mejora aparente, persiste una realidad perturbadora: la desigualdad extrema sigue presente y, en algunos casos, se ha vuelto más compleja.
Según un estudio de Oxfam México e INDESIG, de cada 100 pesos en circulación en el país, 35 están concentrados en solo el 1% de la población, las familias multimillonarias, mientras que los hogares más desfavorecidos solo reciben el 2% del ingreso nacional. Esta disparidad no es solo escandalosa; es estructural.
Los datos de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) muestran que los hogares del decil I tienen ingresos mensuales de apenas 2,168 pesos, mientras que los multimillonarios perciben 958,777 pesos por persona, es decir, 442 veces más. Aunque el primer decil ha visto un crecimiento proporcional mayor, el 1% más rico también experimentó un aumento del 29%, lo que perpetúa su ventaja acumulativa.
Esta concentración de riqueza no solo se trata de economía, sino de poder. El acceso a servicios esenciales como salud, educación, vivienda digna y movilidad social sigue siendo un privilegio y no un derecho garantizado para todos.
Entre 2022 y 2024, el gasto de los hogares creció un 9%, superando la inflación. Sin embargo, los hogares más pobres destinaron más de un tercio de su ingreso a la renta, enfrentando dificultades para satisfacer sus necesidades básicas. En contraste, los hogares más acomodados invierten en educación privada, transporte de lujo y entretenimiento, reflejando así una desigualdad en las oportunidades que se perpetúa de generación en generación.
Además, existe una desigualdad de género notable. Los hogares encabezados por mujeres solas, que representan casi el 18% del total, tienen ingresos promedios de 11,548 pesos mensuales, menos de la mitad que los hogares con jefes masculinos en pareja. Esta carga de cuidado, asumida mayormente por mujeres, se traduce en ingresos más bajos y menos acceso al empleo formal y oportunidades.
Ante este panorama, celebrar cifras agregadas no es suficiente. Es necesario implementar una reforma fiscal progresiva que redistribuya la riqueza, fortalezca los servicios públicos y garantice derechos universales. Carlos Bron, de Oxfam México, advierte que es urgente ampliar el acceso a salud, educación y cuidados, no como concesiones, sino como pilares de una democracia funcional.