Hace una semana, Charl Kleinhaus residía en la granja de su familia en Mpumalanga, Sudáfrica, en un entorno natural impresionante. Sin embargo, su nueva realidad es un hotel económico cerca de una autopista en Búfalo, Nueva York.
Kleinhaus y otros sudafricanos blancos se trasladaron a Estados Unidos bajo una polémica política del presidente Donald Trump, que busca protegerlos de la discriminación que, según él, sufren en su país. Esta afirmación ha sido rechazada por el gobierno sudafricano.
Kleinhaus expresó su apoyo a Trump, afirmando que dejó Sudáfrica debido a amenazas de muerte que recibió a través de WhatsApp. Mencionó que tuvo que abandonar su casa, su coche y a su madre. No obstante, considera que la seguridad de sus hijos es lo más importante.
El tema de los agricultores blancos sudafricanos ha generado debate en la política estadounidense. Trump y Elon Musk han afirmado que se está llevando a cabo un “genocidio” en su contra, una alegación que carece de evidencia. En febrero, Trump firmó una orden ejecutiva que otorgaba estatus de refugiado a los afrikáneres.
Kleinhaus fue parte de un grupo de 59 individuos que llegaron al aeropuerto de Dulles, demostrando su agradecimiento hacia Trump por la rapidez de su llegada. En una ceremonia de bienvenida se los recibió con globos en colores patrios.
Los afrikáners, que fueron la mayoría blanca durante el apartheid en Sudáfrica, aún enfrentan retos económicos. Aunque han pasado más de 30 años desde la abolición del régimen, la mayoría de las tierras fértiles siguen siendo de propiedad blanca, lo que genera frustración en gran parte de la población.
Kleinhaus ha sido criticado dentro de su comunidad por considerarse una víctima y por las publicaciones antisemitas que ha hecho en redes sociales. El proceso de su reasentamiento ha sido cuestionado, y la Agencia de la ONU para los Refugiados no participó en la selección del grupo que llegó a EE. UU.