Blunt señaló que, con el nuevo esquema, será más económico importar un vehículo desde el Reino Unido con poco contenido estadounidense que adquirir un automóvil fabricado en México o Canadá que cumpla con el T-MEC y que tenga hasta un 50% de partes estadounidenses. “Esto perjudica a los fabricantes, proveedores y trabajadores automotrices en Estados Unidos”.
Un contexto complicado
Esta medida se implementa en un entorno de creciente incertidumbre para la industria. General Motors ha reducido su previsión de ganancias para 2025 y estima su exposición a aranceles entre 4,000 y 5,000 millones de dólares, en gran medida debido a los modelos económicos que importa desde Corea del Sur. No obstante, la automotriz confía en mitigar al menos un 30% de ese impacto.
“Desde la elección presidencial, nuestros equipos de manufactura y cadena de suministro han estado elaborando estrategias para reducir el efecto de los aranceles”, comentó Paul Jacobson, director financiero de GM. “Estas estrategias ya están en marcha”.
Mary Barra, CEO de GM, informó a los analistas que la compañía colabora con proveedores para incrementar el contenido estadounidense en sus productos y garantizar su conformidad con el T-MEC. “Aumentar la producción nacional de módulos de batería es una forma económica de elevar el contenido local”, explicó. También afirmó que la empresa está revisando sus gastos discrecionales “en todos los niveles”.
Por su parte, Ford espera que los aranceles le costeen alrededor de 2,500 millones de dólares en 2025, aunque prevé reducir esa cifra en cerca de 1,000 millones. Un portavoz confirmó que algunos modelos verán un aumento de precio a partir del 2 de mayo, cuando entren en vigencia nuevos envíos sujetos a tarifas.
“El incremento de precios refleja nuestros ajustes de mitad de año, combinados con algunos aranceles que estamos enfrentando. No hemos trasladado todo el costo a los consumidores”, aclaró la fuente. Sin embargo, la compañía mantiene programas de descuentos activos al menos hasta el 4 de julio.
Las repercusiones ya están ocasionando una reconfiguración operativa. GM está modificando su red de proveedores y moviendo parte de su producción a fábricas estadounidenses. Mientras tanto, Stellantis ha adoptado un enfoque más contundente: suspendió su guía financiera para el año y anunció que revisará sus planes de inversión debido a la volatilidad provocada por los aranceles.
“Las políticas arancelarias en evolución dificultan la previsión del impacto sobre los volúmenes de mercado y la competitividad”, advirtió la empresa, la cual importó más del 40% de los 1.2 millones de vehículos vendidos en Estados Unidos en 2024, principalmente desde México y Canadá.
Stellantis confirmó que, desde abril, comenzó a reducir sus importaciones para evitar la exposición directa a las tarifas. En cambio, ha empezado a utilizar inventarios acumulados, aunque esta estrategia no es sostenible a mediano plazo.
Ante las quejas de la industria, la administración Trump suavizó parcialmente los aranceles a autopartes, permitiendo créditos por contenido estadounidense y evitando aranceles dobles sobre materiales. Sin embargo, se mantiene un arancel del 25% sobre los 8 millones de vehículos que se importan anualmente a Estados Unidos.
El temor en las automotrices es que el acuerdo con el Reino Unido establezca un precedente para futuras negociaciones con competidores asiáticos y europeos, lo que podría debilitar la posición estratégica de Norteamérica como centro de producción integrado. “Esperamos que este acceso preferencial no se repita en futuros acuerdos”, advirtió Blunt.
Históricamente, la industria automotriz estadounidense ha sido un pilar fundamental de la economía del país, con una cadena de suministro que abarca miles de proveedores y empleos directos e indirectos en todos los estados. El T-MEC, renegociado durante el primer mandato de Trump, tenía como objetivo fortalecer esa base regional.
Sin embargo, hoy en día, las propias reglas impulsadas por la administración están comenzando a socavar ese objetivo. Mientras los ejecutivos de Detroit ajustan sus operaciones y revisan sus planes de inversión, la presión para que la Casa Blanca reconsidere su enfoque aumenta.