Jessica Tolentino Martínez señala que obtener una denominación de origen es un proceso extenso y costoso.
Por Martín García | Reportero
México cuenta con 18 denominaciones de origen que apuestan por productos originarios de diversas regiones geográficas. Entre estos se encuentran productos como el café pluma de Oaxaca, el cacao Grijalva y el arroz Morelos, como lo destacó la experta.
La mayoría de estas denominaciones se refieren a bebidas espirituosas, específicamente aquellas que contienen alcohol. Según la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, muchas de estas bebidas son de gran relevancia internacional y están confeccionadas con agave, utilizado para producir el bacanora en Sonora, tequilas en Jalisco, mezcal típico de Oaxaca, y raicilla de Jalisco y Nayarit, además del sotol de Durango, Chihuahua y Coahuila.
No obstante, Tolentino Martínez advirtió que detrás de esos productos que representan “el orgullo de México”, la realidad no es tan ideal: hay afectaciones al medio ambiente y desafíos para pequeños productores que luchan por alcanzar las ganancias que obtienen las grandes empresas.
Las cifras de exportación revelan una conexión entre “grandes producciones y grandes intereses”, mientras que el desarrollo local de pequeñas empresas se muestra marginal. Por ejemplo, el tequila es elaborado por manos campesinas, pero luego es comprado para ser envasado y vendido por las principales marcas.
A pesar de que las denominaciones de origen ofrecen visibilidad internacional, con productos como la famosa bebida de Jalisco, también dependen de las marcas que logran posicionarse en nichos gourmet, como el arroz Morelos. La obtención de una denominación geográfica que proteja productos agroalimentarios y manufacturados es un proceso más sencillo; ejemplos de ello son el Quesillo de Reyes Etla y la cajeta de Celaya.
La socióloga y doctora en geografía mencionó que tanto las denominaciones de origen como las indicaciones geográficas son comúnmente solicitadas por gobiernos estatales y cámaras de industria, sin embargo, el costo de llevar a cabo el trámite es elevado. A menudo, los pequeños productores terminan como meros “proveedores de materia prima”, lo que los lleva a optar por marcas colectivas que les permitan agruparse y continuar su labor artesanal.