Amon Kipruto Mely y su trágica experiencia
Amon Kipruto Mely, de 22 años, creyó que vender uno de sus riñones podría ofrecerle una vida mejor. Ofrecían 6.000 dólares (5.300 euros). “Soy un aventurero,” comentó Amon. La realidad es que muchos jóvenes en situaciones de pobreza toman decisiones desesperadas debido a la falta de opciones para mejorar su vida.
Un contrato engañoso
Amon no fue informado sobre los riesgos para su salud antes de la operación. “No me explicaron nada,” afirmó. Después de la intervención, solo recibió 4.000 dólares en vez de los 6.000 prometidos. Con ese dinero, compró un teléfono y un automóvil que rápidamente se descompuso. Su salud empezó a deteriorarse, sintiéndose mareado y débil, hasta llegar a desmayarse. Durante una visita al hospital, su madre, Leah Metto, se dio cuenta con asombro de que su hijo había vendido un riñón. “Están lucrando con chicos como Amon,” dijo ella.
Una situación común
La historia de Amon no es única. Willis Okumu, un investigador de la ONU, señala que muchos jóvenes están siendo víctimas de esta explotación. A 180 kilómetros de distancia, el problema es evidente; muchos han vendido sus riñones y sufren diversas complicaciones de salud, así como traumas psicológicos. “No creo que lleguen a cumplir 60 años,” advirtió Okumu, refiriéndose a los afectados, muchos de los cuales son presionados para actuar en un entorno donde el consentimiento real no existe.
Redes de tráfico de órganos
Esta situación se alimenta de un mercado ilegítimo que se aprovecha de la vulnerabilidad de las personas. “No están seguros,” afirmó Okumu, refiriéndose a la falta de información proporcionada a los donantes. Se ha documentado que los receptores iniciales provenían de Somalia, pero con el tiempo, llegaron también de Israel y Alemania, buscando riñones a través de estos medios. Los donantes para estos procedimientos, a menudo, son personas de países como Azerbaiyán, Kazajistán y Pakistán.
Mercados lucrativos en el extranjero
La legislación en Alemania prohíbe la compra de órganos, pero la escasez de donantes ha llevado a muchos a buscar opciones en el extranjero. Un reciente testimonio muestra a Sabine Fischer-Kugler, una mujer alemana que lleva años buscando un riñón tras el fracaso de un trasplante previo. En Alemania, solo se permiten trasplantes de riñones de donantes fallecidos que hayan dado su consentimiento expreso, situación que deja a más de 10.000 personas en espera de un riñón.
La ilicitud del tráfico de órganos
Robert Shpolanski, un ciudadano israelí vinculado a la organización Medlead, es acusado de operar una red que ha realizado múltiples trasplantes en diversos países. Aunque Shpolanski niega cualquier conexión con actividad delictiva, la presencia de una corrupción profunda en este campo resulta alarmante. En Nairobi, el Dr. Jonathan Wala, de la Asociación Renal de Kenia, ha alertado sobre las complicaciones graves y las infecciones que sufren los donantes tras las operaciones.
Un negocio multimillonario bajo la lupa
En 2023, el Ministro de Salud de Kenia ordenó una investigación sobre el Hospital Mediheal, ante denuncias de trasplantes de alto riesgo. A pesar de preocupantes hallazgos, el informe nunca se hizo público y no se tomaron medidas. La industria del trasplante de órganos se ha convertido en un negocio multimillonario operado en gran parte en la clandestinidad. Volviendo a la historia de Amon, él y muchos como él deben luchar por sobrevivir con un solo riñón y enfrentar la realidad de sus decisiones. “Si pudiera retroceder en el tiempo, no habría aceptado,” reflexionó Amon.
