Abelina trabaja como jornaleras en San Quintín, Baja California, y es dirigente del Sindicato Independiente Nacional Democrático de Jornaleros y Jornaleras Agrícolas (Sinja). Se levanta a las 5 de la mañana para iniciar su jornada. Además de cosechar, también deshierba surcos y da mantenimiento a los campos. Desde hace al menos 20 años, ha estado laborando bajo la modalidad de “saliendo y pagando”, donde los patrones no ofrecen ningún tipo de prestaciones.

“Miles de millones de trabajadores están afiliados al Seguro Social, pero desde mi sector, el de jornaleros agrícolas, no”, comenta durante una entrevista. Se cubre el rostro y las manos con cinco pañuelos para evitar el sol. A pesar de la difícil tarea, sabe que es un trabajo necesario, aunque sus manos terminen llenas de espinas. Trabaja agachada y en cuclillas durante 9 horas, y su pago es de 460 pesos.

Abelina también recoge fruta que se exporta a Estados Unidos, sin embargo, a sus 57 años nunca ha probado lo que cosecha. Es un hecho curioso que nunca ha tenido la oportunidad de disfrutar de su propio trabajo.

Por su parte, Anna, originaria de Guerrero, se levanta a las 3:30 am para preparar su comida y la de su hija Yuri, de 9 años. Ella trabaja en Berrymex, una filial que tiene presencia en Portugal, Marruecos, México y Estados Unidos.

“Empecé a trabajar a los 9 años sembrando fresa. No me dejan usar guantes porque pueden dañar la fruta, lo que causa que mis manos estén llenas de pequeñas cicatrices. Es lamentable que no podamos cuidar nuestras manos,” expresa Anna respecto a su experiencia laboral.

El tiempo avanza, pero las exigencias persisten. Si bien las condiciones laborales no son las mismas que hace 10 años, cuando 50,000 jornaleros de San Quintín exigieron un aumento salarial, el sueldo ha pasado de 200 pesos en 2015 a 420 en 2025. El acoso sexual ha disminuido, al igual que el trabajo infantil, aunque persisten problemas como el acoso laboral y la falta de prestaciones. Organizaciones como Sinja y “Jornaleros Unidos San Quintín” continúan luchando por un salario justo y un trato digno, así como por sus derechos laborales.

La búsqueda de un mundo mejor es constante. Cada domingo, Abelina, Anna y Esther se reúnen con otras mujeres jornaleras en el kinder del pueblo. Allí comparten alimentos como sopes, crema, queso y costilla, creando un espacio de camaradería y apoyo. Abelina afirma que, aunque ha sido difícil luchar por los derechos de los jornaleros, ha valido la pena cada esfuerzo.

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