No hay dos personas iguales: Claudia Sheinbaum y Andrés Manuel López Obrador poseen características distintas, tanto en su imagen como en su comportamiento, lo que podría definir el modelo mexicano de política. La personalidad y su formación están estrechamente ligadas al modelo que representa cada uno, desde su trayectoria académica hasta sus relaciones públicas y sus mensajes, ya sea en conferencias o en eventos públicos. Sheinbaum ha demostrado ser una figura sobria, asemejándose a una variante latinoamericana de Angela Merkel.

Desde que Sheinbaum asumió el poder, ha continuado el camino político marcado por el país y ha desplegado una serie de políticas que resaltan su deseo de diferenciarse. Según Roy Campos, de Mitofsky, “ella tiene la intención de diferenciarse”. Asistió a la cumbre del G-20, lo cual refleja su enfoque estratégico en relaciones internacionales y de política económica. “Ella representa un partido, la permanente oposición”, añade Campos.

En el ámbito de la atención social, Sheinbaum ha tomado la iniciativa de socializar acciones gubernamentales. Sin embargo, los resultados desde su llegada al cargo han sido diversos. “Las opiniones han sido variopintas entre quienes han estado en contacto con su gobierno”, reconoce.

Su presidencia está en el centro de la política global y nacional. A diferencia de López Obrador, quien siempre ha proyectado una imagen cercana y accesible, Sheinbaum mantiene un estilo altamente medido y disciplinado, basado en datos y hechos. Las mañaneras de López Obrador se convirtieron en un instrumento funcional para conectar con el pueblo, resaltando la diferencia con el enfoque más institucional de Sheinbaum.

Desde el inicio de su administración, las instrucciones para los comunicadores han sido claras: la interacción ha limitado su libertad para hacer preguntas y expresarse. Esta rigurosidad denota una estrategia que busca acotar la exposición de su gobierno ante la prensa y la opinión pública. “Se ha creado un protocolo casi hermético”, señala un reportero.

Además de reducir la tensión en la política interna, también busca ser un elemento útil en las respectivas arenas. “Con Trudeau o Trump, con quienes tendrá que dialogar, puede facilitar las negociaciones”, afirma Tagle. A lo largo de sus años como gobernante, la personalidad de Sheinbaum no se ha caracterizado tanto por su cercanía con el poder, sino por su forma de relacionarse con las dinámicas políticas del momento.

La pandemia de COVID-19 marcó profundamente su gestión, visibilizando diferencias en el uso de herramientas de comunicación pública, como el uso de cubrebocas, en contraste con el estilo más relajado de López Obrador. Se demostró que mientras uno asumía una postura más cercana a la fe y la tradición, la otra abordaba el asunto con un enfoque muy distinto, apelando a la razón y la ciencia.

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