El debate sobre las sanciones y desinversión global (BDS) en la ONU cuestiona el apoyo financiero y la legitimidad de estas medidas: ¿realmente es un asunto consumado o no?
Algunos aseguran que el BDS es un acto que roza el antisemitismo, mientras que otros lo ven como una respuesta legítima y legal frente al apartheid estatal y sus patrocinadores internacionales.
Sin embargo, los sionistas temen el BDS porque reconocen su eficacia. Hace 50 años, Estados Unidos comenzó a entender la profundidad del impacto que podían tener estas acciones, impulsando un cambio en la percepción global.
La historia de la votación en la ONU, efectuada hace medio siglo, muestra la efectividad de un método de presión que todavía tiene relevancia.
La resolución histórica
El 10 de noviembre de 1975, la ONU aprobó una resolución que equiparaba el sionismo al apartheid sudafricano, considerándolo una forma de “racismo y discriminación racial”.
La votación tuvo 72 a favor, 35 en contra y 32 abstenciones. Esta situación revelaba una gran división en la comunidad internacional sobre el tema.
En aquel entonces, Israel contaba con un aliado comercial en México, particularmente en la comunidad judía mexicana adinerada, lo que generaba preguntas sobre la postura de México en medio de esta controversia.
Gabriela de la Paz, académica y experta en relaciones internacionales, explicó que Luis Echeverría, presidente de México en ese momento y con una clara inclinación hacia la izquierda, abogaba por apoyar a los países en desarrollo.
Impacto del boicot turístico
La votación de la ONU provocó la indignación entre los judíos estadounidenses, llevando a un movimiento de boicot entre la comunidad, especialmente en el sector turístico.
Este boicot coincidió con la temporada de vacaciones de invierno, crucial para el turismo mexicano, que durante esa época recibía alrededor de 3,3 millones de visitantes anuales, muchos de ellos judíos.
Los medios informaron sobre la crisis y las reacciones en EE. UU., con llamadas y cartas de protesta a la ONU, reflejando así el descontento de la comunidad judía norteamericana.
Un artículo de The New York Times de entonces indicaba que el boicot no era un esfuerzo centralizado, con opiniones diversas en la comunidad judía respecto a su efectividad.
Consecuencias para el turismo en México
Al final de noviembre de 1975, tras la votación, el sector turístico mexicano sufrió un cambio drástico. Un anuncio en The New York Times instaba a los potenciales turistas a elegir otros destinos.
Esto llevó a la cancelación de múltiples reservas. En solo una semana, se cancelaron 30,000 habitaciones, y dos semanas después, otras 120,000 reservas en destinos como Acapulco y Guadalajara.
Para 1975, el boicot había reducido el turismo en México casi en un 25%, lo que evidenció el impacto directo de las decisiones políticas internacionales en la economía local.
Una victoria para el sionismo
Ante la crisis turística, el presidente Echeverría envió a Miguel Alemán a Nueva York para persuadir a la comunidad judía de levantar el boicot, aunque públicamente afirmaba no estar preocupado.
Privadamente, Echeverría estaba intranquilo y envió a su secretario de Relaciones Exteriores a Tel Aviv para discutir el asunto con funcionarios israelíes.
Finalmente, las comunidades judías acordaron trabajar para aclarar que no asociaban el sionismo con el racismo y acordaron fomentar el fin del boicot.
Lecciones actuales
Cincuenta años después, el evento refleja la necesidad de comprender cómo las decisiones políticas pueden influir en las relaciones globales, reiterando que el boicot sigue siendo una herramienta de resistencia efectiva.
Lo que se vivió en aquel momento deja enseñanzas sobre la importancia de la percepción pública y la solidaridad global, resonando todavía en las luchas actuales.
