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Un indicador común de la capacidad de Estados Unidos para cumplir con sus compromisos es el déficit de cuenta corriente como porcentaje del PIB, que en los últimos años ha fluctuado generalmente entre el 2% y el 4%. Sin embargo, un valor elevado no siempre garantiza los resultados esperados. Por ejemplo, en 2006, el déficit de cuenta corriente alcanzó el 6.3% del PIB, lo que llevó a muchos economistas a temer una reducción en el ingreso de capital extranjero, una crisis de balanza de pagos y una fuerte depreciación del dólar; pero ninguno de estos efectos se concretó.

Aun así, hay otro indicador significativo que evalúa la sostenibilidad externa de Estados Unidos: la relación entre la deuda externa neta y el PIB, que ha mostrado un aumento constante, alcanzando cerca del 70% a finales de 2023. En comparación, en 2006, la deuda externa neta era de 1.8 billones de dólares, lo que correspondía al 13% del PIB.

Las variables a considerar incluyen el tamaño del déficit presupuestario, el tamaño de la deuda y la tasa de crecimiento del PIB, todos expresados como porcentaje del PIB. Basándonos en datos históricos, es razonable anticipar que en los próximos años, estos tres indicadores se mantendrán en aproximadamente 2%, 5% y 1% del PIB, mientras que se estima que el PIB estadounidense crecerá en un promedio del 2%. Según mis cálculos, la carga de la deuda externa estadounidense podría acercarse al 100% del PIB.

La sostenibilidad de esta relación es crucial, ya que la demanda extranjera de activos estadounidenses suele ser determinante. Sin embargo, la realidad puede volverse negativa. Según la Reserva Federal, a finales de junio de 2023, las tenencias extranjeras de títulos estadounidenses ascendían a 26.9 billones de dólares, de las cuales un 33% fue impulsado por la alta demanda de reservas en dólares. A pesar de esto, en 2023, la deuda bruta estadounidense representaba el 122.3% del PIB, superando el récord de 1946 y continuando su tendencia al alza.

Funcionarios de la Casa Blanca se han tomado en cuenta decisiones occidentales, como la congelación de activos del Banco Central Ruso debido a la guerra en Ucrania. Este tipo de acciones han llevado a algunos países, incluida China, a replantear la composición de sus carteras de inversión.

En cuanto a la tenencia de títulos estadounidenses por parte de actores extranjeros, se observan patrones que corresponden a las grandes empresas tecnológicas estadounidenses, conocidas como las “Siete Magníficas”. Estas empresas continúan siendo una fuente relevante de inversión y un factor clave en la dinámica económica global.

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