En las colinas que rodean el puerto de Nuuk, se pueden ver decenas de coloridas viviendas de madera, adornadas con techos cubiertos de nieve, lo que conforma un paisaje pintoresco. Una de esas pequeñas casas, de color rojo y tamaño reducido, alberga la sede diplomática más septentrional de Estados Unidos. Inaugurado en 2020, al final del primer mandato de Donald Trump, el consulado de Estados Unidos en la capital de Groenlandia resalta la creciente importancia geoestratégica de la región.
El territorio cuenta con vastas extensiones de tierra, que han despertado interés internacional. Las constantes amenazas de Trump sobre la posibilidad de anexar este territorio autónomo del Reino de Dinamarca han generado tensiones, y en 2019, se discutió la posibilidad de adquirir la isla para la OTAN. Esto se argumentaba como “una necesidad absoluta para Washington” y como un asunto crucial para la propiedad y el control sobre Groenlandia.
La dinámica geopolítica se ha intensificado, y Dinamarca intenta calmar el ambiente. La atención, por parte de diversas potencias, se ha centrado en esta inmensa isla, rica en recursos. Groenlandia, que tiene un tamaño comparable al de Francia, España, Italia, Alemania y el Reino Unido juntos, ha sido objeto de interés por parte de Estados Unidos, que ha hecho varios intentos fallidos por obtenerla en el pasado, incluyendo en 1867, 1910, 1946 y 1955. Trump ahora contempla Groenlandia como un tesoro estratégico.
Estados Unidos tiene presencia en Groenlandia desde hace más de ochenta años, ya que geográficamente forma parte de América del Norte. Se estableció una relación formal en 1951 y ha sido renovada continuamente desde 2004. El gobierno estadounidense también se involucra en el desarrollo del territorio danés, buscando mantener una relación de cooperación en temas de seguridad y logística.
Desde 1943, las Fuerzas Armadas de EE. UU. operan la base militar de Pituffik, en el noroeste de Groenlandia, bajo el mando de la Fuerza Espacial de Estados Unidos, una rama del ejército creada por la administración de Trump. Esta base es clave para la defensa intercontinental, y se considera fundamental para enfrentar potenciales ataques rusos o chinos, ya que los misiles podrían atravesar el Polo Norte, haciendo que los radares de Pituffik fueran esenciales para prevenir cualquier impacto.
Con el incremento de las tensiones internacionales, el cambio climático también está reconfigurando esta región del planeta. Han surgido nuevas oportunidades económicas debido a la apertura de nuevas rutas marítimas y la posibilidad de explotar los recursos hidrocarburíferos que hasta hace poco parecían inaccesibles. Este interés creciente ha sido evidente por parte de Moscú y Pekín.
La influencia de China y Rusia en el Ártico es perceptible. En 2018, China se declaró como un “Estado cercano al Ártico”, y el pasado octubre, su guardia costera anunció la realización de un patrullaje conjunto en aguas árticas. Tanto especialistas como analistas creen que las afirmaciones de Trump sobre la influencia china en la región son infundadas. Sin embargo, la creciente preocupación por la seguridad interna refleja la complejidad de la situación, donde la relación entre Groenlandia y las grandes potencias se vuelve cada vez más crucial.