Los escandinavos se sienten contrariados por la política del presidente Donald Trump y su postura hacia Ucrania, lo que los ha llevado a considerar boicotear productos y servicios de Estados Unidos, a pesar de que esto puede resultar complicado en ocasiones.
Según Eldanez, el principal del colectivo Los Dos Foros, el grupo “Boykot Varer fra rosa” en Suecia cuenta con más de 63,000 miembros que abogan por no consumir productos estadounidenses.
Complicaciones del boicot
“Es realmente difícil llevar a cabo un boicot de manera coherente y persistente”, afirmó un miembro del grupo sueco. Aunque las intenciones son firmes, la implementación puede ser compleja.
En la discusión sobre las alternativas a las marcas estadounidenses, se han identificado múltiples opciones locales y europeas que podrían reemplazar a las populares marcas americanas. Esto incluye optar por establecimientos locales en lugar de cadenas como KFC.
Para aquellos interesados en comprar un Tesla, deben tener en cuenta que la empresa es de propiedad estadounidense y, además, su fabricante, Stellantis, también está listado en la bolsa de Nueva York.
En medio de la globalización
Agneta Gottberg Henriksson, directora de proyectos en Escania, Suecia, ha mencionado que muchos consumidores enfrentan dilemas al tratar de encontrar productos alternativos que no provengan de Estados Unidos. “No se trata de un problema simple”, indicó.
La población sueca ha manifestado su apoyo a Ucrania, lo que refuerza su decisión de mantener el boicot, incluso si eso implica renunciar a ciertas marcas. La colaboración de Suecia es vista como un compromiso serio, dispuesta a sufrir pérdidas económicas por la causa.
Limitaciones del boicot
Los consumidores europeos han demostrado interés en alternativas que no provengan de marcas estadounidenses. Sin embargo, el impacto del boicot puede ser limitado. Reidar Svehdal, un sueco de 71 años, decidió dejar de comprar productos estadounidenses tras los desacuerdos entre Trump y el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski.
El boicot los ha llevado a una reducción notable en ciertas compras, pero se estima que el impacto en la economía estadounidense será mínimo a largo plazo. Aunque la conversación sobre el boicot continúa, expertos como Olof Johansson Stenman, profesor de economía, advierten que es muy difícil provocar grandes efectos económicos a través de estas acciones.
Finalmente, aunque el sentimiento de boicot está presente, la mayoría de los consumidores no notan cambios significativos en su día a día. Este tipo de iniciativas son difíciles de implementar y sus efectos suelen ser limitados, según los análisis recientes.