Detroit. La Guerra Comercial del Presidente Donald Trump podría afectar gravemente a la industria automotriz estadounidense a nivel interno.

El país, conocido por sus importaciones, ha estado esforzándose por alcanzar la mayor tasa de éxito posible en el ámbito económico, lo que podría verse amenazado por la presente situación comercial.

La acumulación de esfuerzos en la ciudad para satisfacer las necesidades de la población, junto con los aranceles, podría aumentar en 3 mil dólares o más el precio de un automóvil nuevo en los Estados Unidos.

La falta de familiaridad con el costo real de esta situación llevaría a que los precios se incrementen a medida que los componentes automotrices se vuelvan más caros.

El impacto económico de estas decisiones podría ser severo, según expertos en economía, quienes anticipan que los aranceles reducirían las ventas de vehículos nuevos en un 13.6% en Estados Unidos.

David Gantz, del Instituto Baker para Políticas Públicas de la Universidad de Rice, considera que estas nuevas regulaciones burocráticas podrían convertirse en una pesadilla administrativa para los involucrados.

Desde 1965, cuando se eliminaron los aranceles entre Estados Unidos y Canadá, hasta el acuerdo comercial de 1994 en el que se incluyó a México, la dinámica ha cambiado, y el propio Trump llevó a cabo nuevas negociaciones en 2020.

Aprovechar la producción de acero y mano de obra a menor costo en México ha favorecido la competitividad de los automóviles en el mercado, según expertos de la Escuela de Negocios de la Universidad de Columbia.

Gran parte de la manufactura se ha trasladado a México. Por ejemplo, Ford produce el SUV Bronco Sport y la camioneta Maverick en Sonora, mientras que Stellantis fabrica el Jeep Compass y el Wagoneer.

Con los nuevos aranceles por parte de Trump, que prevén un aumento significativo en los impuestos a las importaciones provenientes de Canadá y México, se estaría iniciando una crisis en el sector automotriz.

Además, los aranceles del 25% a Canadá y México han revocado las exenciones a los impuestos sobre metales, lo que implica que los importadores estadounidenses, incluidas las empresas automotrices, enfrentarán tarifas de hasta el 50% sobre el acero y el aluminio de estos países.

El aumento de estos costos operativos podría resultar en una carga adicional para los consumidores, con pronósticos que indican que el 40% de la población podría no permitir la compra de un vehículo nuevo debido a estos incrementos de precio.

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