Entre los representantes de Pocas Imágenes se encuentran “Mejor El Imperialismo Que”, junto con el colorido pastel africano que caracteriza a la provincia del país. Las viñetas decimonónicas cobran actualidad hoy en día: Donald Trump ha intentado emularlas, inaugurando una nueva era de imperialismo. Las potencias del país, como Estados Unidos, Rusia o China, imponen su voluntad mediante la fuerza, el reparto de territorios, y vulneran el derecho internacional, el multilateralismo y los valores democráticos.

Después de solo un mes en la Casa Blanca, Trump ha atacado a Volodímir Zelensky, el presidente ucraniano, llamándolo “dictador” y, como responsable de la guerra en Ucrania, amenazando incluso con anexionar territorios como Canadá, el Canal de Panamá o Groenlandia. Este expansionismo transaccional señala un giro hacia un liberalismo internacional más antiguo.

Retorno de las Esferas de Influencia

Se creía que Trump buscaría cambiar la forma de ejercer el poder, pero ha validado el discurso ruso sobre la supuesta decadencia. Zelensky ha respondido a su retórica, mientras que el liderazgo de Xi Jinping también está en el centro del debate. La posición de Trump es vista por algunos como una oportunidad para fortalecer el país y expandir su control; Washington y Moscú están en un juego de negociaciones y redefinición de relaciones.

La estabilidad en la paz se ha vuelto crucial. En este marco, el 25% de regiones chinas están “bajo control chino”. Para aliados como Israel, Trump deja la puerta abierta a continuar destruyendo a Palestina según su conveniencia, erigiéndose como el policía de Oriente Medio. Esta situación afecta a los países más débiles, que siempre resultan perjudicados por este sistema imperialista.

El nuevo imperialismo convierte el poder duro en una normatividad. Las críticas hacia Trump provienen de varias direcciones, señalando que su administración podría estar acelerando una carrera hacia la guerra. Las potencias nucleares, como Corea del Norte y la expansión territorial de China, aportan una complejidad paradójica a los conflictos globales.

Imperialismo Transaccional

¿Hay cabida para la diplomacia en este nuevo imperialismo? Sí, pero a un alto coste. Zelensky ha sentido la presión, especialmente después de haber sido atacado verbalmente por Trump en múltiples ocasiones. Trump impone su visión transaccional, argumentando que ninguna acción puede considerarse desvinculada de las alianzas, ya que el control imperialista debe priorizar los intereses de potencias extranjeras.

La visión de Trump sobre Gaza implica que Estados Unidos “debería quedarse con el territorio para reconstruirlo y convertirlo en un destino turístico internacional, tras expulsar a los palestinos”. La expansión territorial en los intereses capitalistas se hace evidente, mientras los propios intereses en la reconstrucción y nuevos desarrollos se estancan.

Como otro ejemplo de su visión transaccional, se puede mencionar la asistencia de USAID. Washington vuelve a reactivar acuerdos de cooperación para la lucha contra el cambio climático y otras organizaciones multilaterales. Sin embargo, estas decisiones, unidas a políticas arancelarias agresivas, deterioran el multilateralismo. Este nuevo imperialismo indica un mundo más fragmentado y egoísta, donde los grandes problemas, como el cambio climático o la desigualdad, quedan fuera de la agenda de las potencias.

Desafío a la Influencia China

“La Edad Dorada de Estados Unidos ha comenzado”, proclamó Trump al iniciar su segundo mandato. Sin embargo, en realidad, su enfoque podría llevar al país a perder gran parte del poder acumulado tras décadas de hegemonía. La Segunda Guerra Mundial marcó el inicio de una era de interdependencia internacional basada en normas, que demuestra lo que se pierde al destruir la arquitectura liberal existente a favor de un enfoque más agresivo.

En este contexto, al adoptar esta visión pragmática, Estados Unidos parece perder su ventaja sobre China, que se ha vuelto más experimentada en sus prácticas diplomáticas. La propia administración de Trump lo reconoce, y el vicepresidente, JD Vance, ha señalado que Estados Unidos necesita dejar de lado una política exterior moralizante. Esto es crucial para no perder la confianza de los aliados, sobre todo en un contexto donde se espera que otros países se alineen más con el modelo chino.

Al abrazar este tipo de política, Estados Unidos no solo introduce su visión en Europa, sino que también se arriesga a perder influencia si Pekín refuerza su diplomacia blanda. Si Beijing atrae a naciones desilusionadas por el giro de Estados Unidos, comenzando por Europa, Trump podría provocar la erosión del poder estadounidense a largo plazo.

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